sábado, 2 de mayo de 2015

Con mami, llendo a la plaza.

Recuerdo cuando con mi abuelita íbamos al mercado Benito Juárez. Hace ya tiempo pues era una niña, quizá de 10 años y eso hace ya más de catorce mil cuatrocientos días.  Intento recordar pero, la verdad, me cuesta un poco; sin embargo procuro hacerlo y reconstruir ese momento.

Salíamos de casa y caminábamos por la calle Juárez que antes no estaba tan transitada y, aún los coches podían estacionarse a lo largo de la misma. Todo era diferente, obviamente. Mi memoria trae una ciudad limpia, sin tanto ruido… de nada; y donde se respiraba mucha tranquilidad y paz. Dicen que con el tiempo, se llegan a idealizar otros momentos pero creo, que en este caso, no lo estoy haciendo.


Después de caminar por la calle de Avenida Juárez,  dábamos vuelta por Reforma y luego, por la de Hidalgo donde estaba una tienda llamada “La Piñata” y donde mami –mi abuelita-, saludaba a Pepe, a doña Lala y a don Antonio. Después, llegábamos al Zócalo.Todavía el tránsito estaba permitido por esta zona, pero no había dificultad en cruzar las calles, como ahora. Hay ciertos comercios que siguen allí, aunque no son lo mismo, es el caso de La Lonja, allí saludábamos a Diana y luego, al llegar a la esquina de  García Vigil con Guerrero empezaban a contarse innumerables puestos. Rememoro ese ambiente, allí sí había ruido, había mucha gente, habían golpes pues entre el remolino de paisanos, todo podía ocurrir, habían olores, había un arcoíris no sólo de sensaciones y colores. Toda la calle de Guerrero, Miguel Cabrera, Las Casas y Aldama estaban prácticamente inundadas de puestos pequeños y grandes.  Mi abuelita iba con Feli o quizá Patricia, ellas llevaban el canasto de carrizo, donde metían todo aquello que teníamos que comprar. Así es, eran los famosos canastos de carrizo o las bolsas de iztle que han sido sustituidos en la actualidad por bolsas de plástico aunque de colores, de tela o los famosos carritos para la compra.







Dicen que los recuerdos llegan mejor cuando uno está dispuesta a que la nostalgia entre en el corazón, cuando el día acompaña para buscar dentro de nuestros ojos esa parte de la historia que uno caminó. Así que voy a detenerme pues ahora; mi corazón se entretiene en otras cosas y mi día debe comenzar otra aventura.

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